En el intestino grueso, donde se reabsorbe una importante cantidad de agua del residuo que llega del intestino delgado, se almacenan las heces hasta ser excretadas por el ano. Las heces no contienen únicamente los componentes no digeridos de los alimentos sino que también contienen gran cantidad de restos celulares, consecuencia de la continua regeneración de la pared celular.
Una vez absorbidos los nutrientes, éstos son transportados por la sangre hacia las células que van a ser utilizados.
Los ácidos grasos que pasan a la pared intestinal son transformados inmediatamente en triglicéridos que serán transportados hasta la sangre por la linfa. La grasa puede ser transformada posteriormente en el hígado y finalmente se deposita en el tejido adiposo, una importante reserva de grasa y de energía.
Los hidratos de carbono pasan a la sangre y posteriormente al hígado desde donde pueden ser transportados como glucosa a las células del organismo para ser metabolizada y producir así energía.
Los aminoácidos de las proteínas pasan igualmente a la sangre y de ésta al hígado. Cuando hay exceso de aminoácidos serán oxidados para producir también energía.